domingo, 12 de julio de 2009

sept.

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

domingo, 5 de julio de 2009

A LA LUZ DE UNA SONRISA.

Despierto con pocas ganas, como expulsado del cielo, y crujiéndome los dedos he empezado a escribir. Despunto el lapicero a la vez que el desconsuelo, pero reconozco la fecha: hoy es veintidós de abril. Nunca sobran las canciones y siempre tengo algo que decir, pero ella merece más una letra que las calles de Madrid. Porque hace ya dos años me quiere a quemaropa, con la inocencia de un niño con su primera copa; pierdo la estridencia, vivo sin motivos, aprendo a tener paciencia y escribo. Miro el fondo del café y me acuerdo de fumar, y entre el humo del cigarro palidece mi ansiedad. Mientras duermes yo te escribo; a ratos me giro hacia atrás a observarte con los ojos que un preso ve su libertad. Porque no hay guerras civiles si echamos el pestillo, y aunque siga siendo cutre, el mundo ya no es un ladrillo; setecientos treinta y tantos días de tu sonrisa haciendo que la vida no sea papel de lija. Por fuera hay que ser duro, como el asfalto, la piel igual de fría que si fuéramos lagartos; la vida siempre va a destiempo como el riff de esta canción; por eso miénteme y dime que nos veremos tan sólo unas horas, y ya te hecho de menos, me columpio con la esperanza de que mañana sea mejor. Porque si el diablo pasa, jocoso y ladino, con la cítara vieja, la que compone el destino, no me queda otra defensa por favor, por favor... Por favor cuéntale que la miro como no miro a ninguna, y que no voy a darme un respiro mientras no mire la luna; y que más de cien soles no curten mi pecho, que es de su mirada es lo que estoy hecho. Sonrisa fugazmente y de malos momentos, con ella soy el príncipe de su cuento. Porque si el diablo pasa, jocoso y ladino, con la cítara vieja, la que compone el destino, no me queda otra defensa, que la del tú y el yo.




MIERDA Y CUCHARA.

y se me eriza la piel...