lunes, 8 de septiembre de 2008

DIARIOS DE ADÁN Y EVA


DIARIOS DE ADÁN Y EVA
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DESPUÉS DE LA CAÍDA
Cuando pienso en el pasado, el Jardín me parece un sueño.
Era hermoso, de una hermosura insuperable, encantadora; y ahora se ha perdido y no lo veré nunca más.
He perdido el Jardín, pero lo he encontrado a él, y estoy contenta. Me ama tanto como puede; yo lo amo con toda la fuerza de mi naturaleza apasionada y esto, creo, es lo propio de mi edad y de mi sexo. Si me pregunto por qué lo amo, me doy cuenta de que no lo sé, y realmente no me importa demasiado saberlo; por eso supongo que esta clase de amor no es un producto de la razón y de las estadísticas, como el amor que se siente por otros reptiles y animales. Creo que así debe ser. Amo a ciertos pájaros por su canto; pero no amo a Adán por la manera en que canta, no, no es eso: cuanto más canta menos me resigno. Sin embargo, fui yo la que le pidió que cantara, porque quiero aprender a gustar de todo lo que le interesa. Estoy segura de que puedo aprender, porque al principio no podía soportar su canto, pero ahora puedo. Es capaz de cortar la leche, pero no importa; puedo acostumbrarme a la leche cortada.
No es a causa de su inteligencia que lo amo; no, no es eso. No hay que culparlo por el estado de su inteligencia, porque él no se hizo a sí mismo; él es como Dios lo hizo y eso es bastante. Hubo un propósito sabio en ello, eso lo sé. De a poco se irá develando, aunque creo que no será repentino; además, no hay apuro, está bastante bien tal como es.
No es por sus modales graciosos y considerados ni por su delicadeza que lo amo. No, tiene defectos en la materia, pero está bastante bien así y está mejorando.
No es por su laboriosidad que lo amo; no, no es eso. Creo que la lleva dentro, pero no sé por qué me la oculta. Es mi única pena. En lo demás es franco y comunicativo conmigo, ahora. Estoy segura de que no me oculta nada, excepto eso. Me apena que guarde secretos conmigo y a veces pensar en eso me arruina mi sueño, pero lo alejaré de mi mente; no va a turbar mi felicidad que, por otra parte, está colmada.
No es por su educación que lo amo; no, no es eso. Es autodidacto y sabe realmente un montón de cosas; pero no son así como él las sabe.
No es por su caballerosidad que lo amo; no, no es eso. Me ha lastimado, pero no lo culpo. Es una peculiaridad de su sexo, pienso, y él no hizo su sexo. Por supuesto que yo no lo hubiese lastimado, antes muerta; pero eso también es una peculiaridad de mi sexo de la que no voy a sacar ventaja, porque yo no hice mi sexo.
Entonces, ¿por qué es que lo amo? Sencillamente porque es masculino, pienso.
En el fondo es bueno, y lo amo por eso, pero podría amarlo aún cuando no lo fuera. Si me golpeara y abusara de mí, seguiría amándolo. Lo sé. Es una cuestión de sexo, pienso.
Es fuerte y apuesto, y lo amo por eso, y lo admiro y estoy orgullosa de él, pero podría amarlo sin esas cualidades. Si fuese simple lo amaría; si estuviese estropeado lo amaría; y trabajaría por él, y sería esclava por él, y rogaría por él, y velaría junto a su cama hasta morir.
Sí, pienso que lo amo simplemente porque es mío y es masculino. No hay otra razón, supongo. Y por eso pienso que es como dije al principio: que esta clase de amor no es el resultado de la razón y de las estadísticas. Sólo llega –nadie sabe de dónde- y no se puede explicar. Y no necesita serlo.
Eso es lo que pienso. Pero sólo soy una chica, y la primera que ha analizado la cuestión, y puede ser que en mi ignorancia e inexperiencia no lo haya hecho bien.

CUARENTA AÑOS DESPUÉS
Es mi ruego, es mi deseo que podamos irnos de esta vida juntos: un deseo que nunca perecerá en la tierra, sino que encontrará un lugar en el corazón de toda esposa amante, hasta el fin de los tiempos, y que llevará mi nombre.
Pero si uno de nosotros debe irse primero, es mi ruego que sea yo; porque él es fuerte, yo soy débil, yo no soy necesaria para él como él lo es para mí: la vida sin él no sería vida; ¿cómo podría soportarla? Este ruego también es inmortal, y no cesará de ser elevado mientras mi raza continúe. Soy la primera esposa y en la última esposa repetiré.

EN LA TUMBA DE EVA
ADÁN: Dondequiera que ella estaba, allí era el Edén.
DIARIOS DE ADÁN Y EVA - MARK TWAIN

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